Se parece a Mario Medina, tiene apenas 10 años. Se encuentra en el funeral de su hermano Luis Alberto. Él sigue sin comprender la seriedad de la muerte de su hermano menor la cual solo significó no haber ido a la escuela ayer y hoy. Él espera que su mamá esté tán debastada emocionalmente que no se dé cuenta que mañana es jueves y pasarse otro día de asueto.

Su hermano tenía apenas 8, se la pasaba en la farmacia de la cuadra viendo como otros jóvenes jugaban street fighter con la esperanza de que le dejaran su crédito porque tenían irse de improvisto y si no trataba de caerles bien para que lo hicieran: siempre les recomendaba que podéres usar o les anticipaba las habilidades de los contrincantes virtuales. Esto siempre tuvo molestos a los chavos que habituaban las maquinitas.

Su madre siempre se opuso a los videojuegos de cualquier tipo, argumentando que eran pasatiempos de vagos y que en cualquier momento saltarían a las drogas, en cuanto encontraba a uno de los dos en la farmacia antes mencionada los regañaba humillantemente y ponía de antiejemplo a los niños presentes. Además no tenían muchos juguetes, jugaban seguido con la tierra afuera de su sagüan, cosa que tambien hacía enojar a su madre ¿Qué está mal con esta señora? Se enojaba de todo.

Un día asaltaron la farmacia y una bala disparada por miedo fue a dar al pecho de Luis Alberto quien murió al instante. Robaron 2675 pesos de la caja. Ahora doña Cármen, con un tono de entre indignación y tristeza, recomienda a las demás vecinas que se reunan para acordar con el dueño del establecimiento que retire el videojuego.

Pobre Luis.

Su hermano por otra parte sigue indiferente. Ahora puede dormir en la cama que él quiera.